Siempre hemos apostado por no etiquetar a los niños con un diagnóstico concreto, menos con más de uno. Son personas en crecimiento y constante evolución, susceptibles de cambios continuos. Nuestro punto de vista es que viven un momento el cual describimos en nuestros informes (cognitivo, social y afectivo). Encasillarlos de forma temprana, no ayuda en su desarrollo y tampoco en su tratamiento, cuando así lo necesitan. Es importante no ponerles "techo", y no fijar el concepto de "son" sino están.
Os dejamos un artículo de El País, publicado recientemente, donde se explica.
SALUD MENTAL
Las etiquetas de los trastornos mentales marcan el destino de los niños
El Forum Infancias Madrid se constituye para denunciar el sobrediagnóstico y la medicalización y lanza un manifiesto para concienciar sobre estas cuestiones
CAROLINA GARCÍA Madrid
Autismo. Déficit de Atención. Ansiedad. Acelerarse a la hora de emitir un diagnóstico; llegar a una conclusión definitiva para un niño en crecimiento, o decidir que nuestro hijo tiene un comportamiento raro o extraño con tan solo tres años, son ejemplos que pueden llevar a que a un niño o niña se le cuelgue una etiqueta que seguramente le acompañará toda su vida, con las consiguientes consecuencias, tanto individuales como sociales.
Con el objetivo de salir de este modelo de funcionamiento, el Forum Infancias Madrid, movimiento que aglutina a distintas disciplinas: psicólogos, psiquiatras, pediatras, maestros, profesores, entre otros, ha decidido lanzar un manifiesto en el que “plantea tener en cuenta una mirada más respetuosa con la singularidad y subjetividad de cada niño o niña”, explica Edith Bokler, psicóloga con formación clínica en niños y adolescentes y miembro de dicho Forum.
Según sostiene, los manuales que existen sobre los distintos trastornos mentales “deben ser utilizados como una guía de comprensión entre profesionales, muchos de ellos, ponen énfasis en la descripción de síntomas, que en ocasiones se corresponden con situaciones normales del crecimiento pero que señalados por una sociedad que no admite lo singular, llevan a que se produzca un mayor número de diagnósticos y, por consiguiente, una mayor medicalización de nuestros niños. Y no hablo solo de fármacos, sino también, en ocasiones, de un número elevado de pruebas neurológicas a la que se someten a muchos pequeños”.
Hay mucho que observar cuando miramos a un menor”, prosigue, “los niños y adolescentes no son un objeto de museo, como una mariposa catalogada con un pincho y una etiqueta, Debemos conocerlos a fondo, acercarnos a su mundo interno. Y para que desaparezca esa etiqueta debemos ampliar esa mirada sobre el niño, su familia, su entorno, para que no se quede como algo fijado. Hay que valorar a cada individuo con sus peculiaridades, su singularidad. Dedicarle tiempo, crear lazo, pensarlo. En definitiva, ir caso a caso”, mantiene la experta.
Según explica, la etiqueta tiene el poder de eliminar todo aquello que define el ser de la persona. En vez de considerar un rasgo como un simple atributo, es un niño inquieto sin más, a pensar en términos de un trastorno de impulsividad: “Es como si estuviéramos diciéndole al niño o niña: toma este diagnóstico, es tu trastorno, este es tu destino”. “Hay que entender que hay menores que se aburren; otros que son movidos, algunos que son excesivamente curiosos o repetitivos y no siempre esa condición conlleva un trastorno, o si lo conlleva, no le define como persona”, añade. Escuchar a cada niño por su singularidad es el objetivo.
La escuela también tiene una tarea muy significativa con el niño con dificultades. “Cuando el menor no entra dentro de los cánones de normalidad establecidos, la importancia de definir conceptos como diversidad; inclusión o integración es fundamental. La inclusión, no significa aislar en un aula a los diferentes, sino que los derechos sean iguales para todos los alumnos del centro”. Cita, por ejemplo, la importancia de crear vínculos seguros en la escuela, ello es crucial para el desarrollo de los más pequeños: “Tengo un niño en consulta que había avanzado mucho aun dentro de sus dificultades, y adquirió muchas habilidades instrumentales, entre otras razones gracias a la relación que estableció con su profesora. Ahora, ella está de baja prolongada y la falta de este vínculo le ha descolocado, su nueva maestra no le ofrece una mirada tan subjetiva que haga emerger lo mejor de él. Tener en cuenta esto es fundamental para entender la individualidad del pequeño, saber lo que le está pasando y cómo se debe trabajar con él”.
Los padres deben reclamar una mirada hacia el niño de todos los agentes que están en su vida: escuela, médicos,... Y no asustarse frente a un síntoma diferente del pequeño. “Por ejemplo, en relación con el trastorno de déficit de atención es curioso cómo han aumentado el número de casos en los últimos años, mientras que en otros países como Francia, no ¿entonces el componente orgánico del trastorno del que hablan muchos estudios no existe para los franceses?”, se pregunta la experta.
Los trastornos mentales, llevan a la etiqueta, que a su vez lleva al estigma social, y cuanto mayor es el individuo, como suele suceder con los adolescentes, más oportunidades tienen de sentirse aislados y marginados. "Si evitamos esa etiqueta desde la infancia y entendemos al niño o niña en su totalidad, con su historia familiar, sus deseos, sus preferencias, sus juegos, sus identificaciones, su vida será mejor, aún con sus dificultades", termina la experta.