30 diciembre 2014

EL TDAH, UN PROBLEMA DE CONDUCTA Y APRENDIZAJE

ENTREVISTA

"Los que respaldan el Déficit de Atención tienen intereses con las farmacéuticas"

El psicólogo clínico Marino Pérez niega en un libro que el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad sea una enfermedad que precise tratamiento farmacológico
El catedrático afirma que los estudios que asocian los problemas de los niños con una patología biológica están marcados por la influencia de la industria de medicinas
"No negamos que exista un problema, incluso un problema grave. Pero situamos ese problema en el contexto del aprendizaje"
Pérez alerta de las consecuencias de la medicación para estos niños: "Los niños están dopados, no tratados. La atención que se consigue es artificial, no es sana"
Marino Pérez, especialista en Psicología Clínica y catedrático de la Universidad de Oviedo.
Marino Pérez, especialista en Psicología Clínica y catedrático de la Universidad de Oviedo.

Transformar un problema normal, cotidiano, en algo patológico. Es lo que, según Marino Pérez, especialista en Psicología Clínica, está ocurriendo con el denominado Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Junto a Héctor González Pardo y Fernando García Vinuesa, el especialista recorre en el libro Volviendo a la normalidad los estudios sobre este trastorno psicológico, cuyo reconomiento toma peso poco a poco. Su conclusión es contundente: "De ninguna manera se puede sostener que sea una enfermedad como la presentan".
Frente a la posición de algunos expertos y de padres de niños con TDAH, que encuentran en el diagnóstico del trastorno la explicación a la inquietud y grave la falta de atención de los niños, los autores del libro hablan de "invención" respecto a la enfermedad. Según sus análisis, no creen que existan pruebas consistentes de que la raíz de los problemas sea biológica. En una conversación con el catedrático de la Universidad de Oviedo, Marino Pérez dibuja un panorama —"un tinglado"— en el que los laboratorios farmacéuticos llevan la batuta del auge de los diagnósticos y del respaldo científico al TDAH.
En su libro apunta que el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) no existe. ¿En qué se basan para afirmarlo?
Decimos que el TDAH no existe como entidad clínica porque se trata de presentar y de propagar a la población general y a las personas interesadas que es una enfermedad de base neurobiológica y de un supuesto origen genético. Y, por tanto, que es una enfermedad crónica que ha de ser tratada con medicación de una forma continuada. Nosotros llegamos a la conclusión de que de ninguna manera se puede sostener que sea una enfermedad como la presentan. Otra cosa es que los padres y los educadores tengan problemas con ciertos comportamientos de los niños, que implican la atención de una manera que no es la esperada o la adecuada para ciertas tareas que requieren concentración y estar atento o sosegado. Eso, que puede ser un problema, desde luego no por ser un problema es una enfermedad.

Dicen que no hay "evidencias clínicas", pero otros expertos respaldan la enfermedad con sus estudios, en los que afirman que puede haber algunas anomalías en el cerebro de las personas que padecen TDAH.
Eso es lo que hace de este tema una polémica de proyección social y científica. Todos los datos y las investigaciones están publicadas y todo el mundo las puede revisar. Es lo que hemos hecho precisamente en el libro. Somos tres autores, uno de ellos es especialista en Neurociencia y Psicofarmacología y dos somos psicólogos clínicos. Hemos revisado la evidencia de lo que hay publicado y, efectivamente, a veces se encuentran estudios que muestran alguna alteración asociada al diagnóstico del TDAH, pero esos datos no son consistentes. Por un estudio en el que aparecen hay muchos otros en los que estos resultados no se confirman.
Los estudios en los que aparecen esos correlatos neurobiológicos asociados al TDAH son más defectuosos que aquellos en los que no aparecen evidencias de estos datos en términos metodológicos. Y por último, y no menos importante, en la inmensa mayoría, por no decir el 100%, de los estudios que muestran alguna evidencia neurobiológica, sus autores tienen conflictos de intereses con relación a la industria farmacéutica que financia esos estudios. Los estudios positivos que supuestamente encuentran algo están invariablemente financiados por la industria farmacéutica.
Cuando uno revisa la literatura de manera objetiva e independiente, desde un punto de vista biomédico, la evidencia desaparece.
Las instituciones también están reconociendo la enfermedad, como por el ejemplo el Parlamento Europeo en su libro blanco sobre el TDAH y, en España, la propia LOMCE. ¿Cómo llegan las instituciones a reconocer algo que en su opinión no se sustenta clínicamente?
Si un problema cotidiano logran convertirlo en una enfermedad, con una etiqueta, eso tiene fuerza como para que las instituciones públicas lo valoren y doten de ayudas y atenciones, como muchas enfermedades merecen. El TDAH es un ejemplo muy claro de cómo hubo grandes presiones sobre los políticos. Las farmacéuticas son grupos de presión, no es nada clandestino ni nada ilegal, solo que ha de saberse que por lo que ellas presionan es por convertir determinadas condiciones en enfermedades oficiales que luego haya que medicar.
Eso lo han logrado en buena parte de los países de Europa y España es un ejemplo claro. En Francia y en Italia, al contrario, hay muchísima menos tendencia de diagnósticos de TDAH y menos presión de los poderes públicos para conseguir este tipo de protección. Es un tinglado que tiene más que ver con influencias de grupos de presión que con evidencias científicas.
Las farmacéuticas son grupos de presión, no es nada clandestino ni nada ilegal, solo que ha de saberse que por lo que ellas presionan es por convertir determinadas condiciones en enfermedades oficiales que luego haya que medicar.

Ya escribió otro libro en 2007, junto a Héctor González Pardo, titulado 'La invención de los trastornos mentales: ¿escuchando al fármaco o al paciente?'. ¿Es más sencillo 'inventar' una enfermedad mental que otras en distintas ramas de la Medicina?
Aquel se centraba en los adultos, con ejemplos como el trastorno de fobia social y también citábamos la depresión, que se ha convertido en una epidemia desde hace unos años. Todos estos nuevos diagnósticos están también muy mediados por la industria farmacéutica, interesada en vender fármacos. Nosotros no negamos que la fobia social se refiera a un problema, lo que negamos es que eso sea considerado una enfermedad. La fobia social no es más que la timidez de siempre, pero ahora la han convertido en una supuesta enfermedad que hay que medicar. Puede ser un gran problema, pero no es una enfermedad como la diabetes o como el alzheimer.
Esto no solo ocurre en la Psiquiatría ni en la Psicología Clínica, eso ocurre también muy a menudo en todos los ámbitos de la Medicina. Es también relativamente fácil convertir condiciones muy normales en factores de riesgo de una enfermedad. Ocurre con la hipertensión y con el colesterol, por ejemplo, que son entidades muy reales y que en su extremo tienen sus riesgos. Pero, según se van rebajando los umbrales, resulta que la inmensa mayoría de la población parece que ya tiene una enfermedad, que tiene que tratar y seguir.
En relación al TDAH, ustedes no niegan los problemas de comportamiento pero dicen que son normales y no resultados de una patología. Señalan hacia la educación de los niños y el entorno como posibles causas, al contrario de los defensores del TDAH, que exculpan a los padres.
Nosotros no negamos que exista un problema, incluso un problema grave en la educación de los niños. Pero situamos ese problema en el contexto del aprendizaje, de enseñar a los niños, de las circunstancias en las que a lo mejor no han aprendido las conductas de autocontrol que se esperan de ellos. Por muchas circunstancias. Vivimos en una sociedad que continuamente nos está distrayendo y estimulando con un montón de cosas. Los padres a su vez están muy ocupados, muy presionados por todas las circunstancias de la vida y a lo mejor no tienen tiempo o no saben cómo fomentar el autocontrol de los niños, que están continuamente distraídos por juguetes y por anuncios.
Afirman incluso que los padres están a veces interesados en que diagnostiquen a sus hijos esta enfermedad.
La mayoría de los que forman parte de asociaciones de padres de niños con este supuesto trastorno están interesados. Encuentran con el diagnóstico una explicación o una justificación a los problemas que tienen con los niños. Da la impresión de que los padres estuvieran interesados en encontrar algo anómalo, que mereciera el calificativo de enfermedad, en vez de entender ese problema en un contexto más normal, más relacionado con la educación de los hijos, que no es solo una tarea de los padres. A lo mejor, la educación de los niños es más difícil en nuestra sociedad que lo fue en cualquier otra época.
Además, hay que advertir a los padres que las asociaciones están muy mimadas por la industria farmacéutica. De manera que los padres pueden estar funcionando como instrumentos de la industria farmacéutica, que es la más interesada en crear potenciales clientes de sus productos. Hoy en día, basta observar en la inmensa mayoría de las asociaciones, que todas tienen el logotipo del laboratorio más interesado en los medicamentos del TDAH. Yo creo que las asociaciones de padres deberían prohibir en sus estatutos recibir financiación de estos laboratorios.
Ustedes alertan además de que los medicamentos del TDAH no son un tratamiento como tal y que a largo plazo pueden originar otras enfermedades.
Los fármacos que se dan, que son estimulantes, anfetaminas, no son propiamente un tratamiento. Los padres pueden suponer que la medicación está tratando, en el sentido de corregir, las supuestas anomalías del niño en el cerebro, de las que derivan los síntomas de atención o hiperactividad. Pero eso no es así, no existe. Las anfetaminas tienen un significado muy claro en el diccionario de la Real Academia, que es "dopaje". Cuando a los niños les dan estos medicamentos están favoreciendo de manera puntual un rendimiento. Pero consumiendo esto de forma crónica, durante años, los niños están dopados, no tratados. La atención que se consigue es artificial, no es sana.
Lo segundo que deben saber es que ese dopaje no es inocuo. Está produciendo, más allá de esa ventaja inicial en el comportamiento del niño, otras consecuencias perjudiciales. Ya hay estudios sobre los efectos a largo plazo de la medicación que apuntan hacia posibles consecuencias de alteraciones cardiovasculares. Otro efecto también tiene que ver con la detención del crecimiento mientras se sigue el tratamiento.
También hay estudios que muestran trastornos psicológicos de problemas de humor y de ansiedad. Hay quien explica que la emergencia en los últimos tiempos del trastorno bipolar puede ser en muchos casos el resultado del tratamiento del TDAH. De manera que supuestamente remediando un problema se estaría generando otro, que a su vez va a requerir otros medicamentos para su solución.
¿Qué puede ocasionar el diagnóstico del TDAH y qué recomiendan ustedes para combatir los problemas reales que sufren estas familias?
Decir que el TDAH es una enfermedad estigmatiza a los niños y crea más inconvenientes que soluciones. Por ejemplo, los propios niños pueden adoptar a veces el papel de enfermos para justificar sus comportamientos. Y otro gran perjuicio es que la medicación que se suele dar, aunque pueda ser útil de entrada, a largo plazo se está sabiendo que es perjudicial, como hemos dicho.
Nosotros entendemos que la ayuda para tratar los problemas tiene que coincidir con su naturaleza. Si es un problema normal de conducta y aprendizaje, los padres deberían a lo mejor recibir ayuda de psicólogos que pudieran aconsejarles cómo fomentar el autocontrol y los profesores también podrían recibir ayuda para ver cómo mejorar la atención de los alumnos. Pero no a costa de convertirlo en una enfermedad de los niños y que la ayuda sea la medicación.
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19 septiembre 2014

NIÑOS SOBREEXIGIDOS

El concepto actual de niños sobreexigidos pasa por la superexigencia de la sociedad, de los colegios, de las familias. Esta es la situación en la que nos encontramos y, hemos de estar alerta para "no dejarnos llevar". Aquí os dejamos un enlace de un artículo que explica con claridad y sencillez las consecuencias para los chicos de dicha situación.



Niños sobreexigidos, padres sobreexigentes

Al ritmo frenético con que se conducen los padres se les une el de los hijos, todos localizados en un training desaforado por “llegar”. Nadie puede “perder el tiempo”, ni los niños ni los padres. Como señala Tonucci, jugar y descansar es tan importante como centrarse en los estudios. Niños que no han tenido la oportunidad de jugar, al llegar a la adolescencia o a la juventud pueden desarrollar síntomas psicóticos porque no pueden sufrir la presión en sus sitios de estudio o trabajo. “El juego permite cambiar roles, expresar sentimientos, elaborar situaciones, descargar tensiones.” Hay una obsesión por parte de los padres porque los niños transiten esa etapa sumando puntos: aprender idiomas, tocar un instrumento musical, practicar un deporte competitivo, jugar con juegos didácticos, memorizar enciclopedias… Lo que se quiere es tener niños genios sin importar la violencia con que se los controla e instruye y sin darles lugar a que jueguen en libertad. La famosa estimulación temprana difundida por el psicólogo Glenn Doman, fue en sus orígenes una forma de estimular a niños con alguna discapacidad. Pero pronto se extendió como la pólvora y se aplicó a niños que no padecían de ninguna discapacidad. El mismo caso se da en las clases de psicomotrocidad. Los niños están obligados a seguir una pautas rígidas impuestas por el “programa”, en lugar de dejarlos que investiguen a sus anchas, que descubran el mundo por sus propios medios desarrollando así su inteligencia y su independencia. El caso es que las consultas por casos de este tipo aumentaron un 50% en los últimos años. Pareciera que hay una epidemia de niños con TDAH y cada vez más temprano. El resultado es que tenemos niños tempranamente estresados que no lograrán seguir un itinerario sin la aprobación de los demás, sin herramientas para defenderse y recuperarse de los fracasos o las situaciones traumáticas con las que se puedan topar. No todos serán líderes ni “ganadores”. En “un mercado ávido de nuevos consumidores, ellos enfrentan, como pueden, presiones propias del mundo adulto.”
Fuentes
http://jaimeburque.com/blog/?p=1489
http://noticiasdeinfancia.blogspot.com.es/2008/07/sin-recreo-nios-sobreexigidos.html

23 mayo 2014

AUTOESTIMA Y CAPACIDAD DE ADAPTACIÓN




Hemos rescatado este interesante artículo. 
Cada vez se priva más a los niños/as y adolescentes, del juego libre, del tiempo libre; puede que este tipo de investigaciones les vaya devolviendo el puesto que merecen en el desarrollo óptimo de los chicos.

Los niños que juegan libres serán adultos con mayor autoestima y capacidad de adaptación

Un estudio señala que el juego no estructurado resulta beneficioso a largo plazo


Una encuesta realizada en Alemania refleja que las personas que tuvieron tiempo libre de niños, para jugar de forma no estructurada, son más flexibles y adaptables a las circunstancias de adultos. Tienen mejores relaciones sociales aquellos que hacían más cosas por su cuenta, como explorar el barrio, sin un control tan exhaustivo de sus padres.





Jugar de manera libre en la infancia es beneficioso de mayores. Imagen: Stepanov. Fuente: PhotoXpress.
Jugar de manera libre en la infancia es beneficioso de mayores. Imagen: Stepanov. Fuente: PhotoXpress.
Con una abundancia cada vez mayor de actividades extraescolares, está creciendo la idea de que los niños están perdiéndose algo importante si no tienen tiempo para jugar libremente, sin una estructura.

Una nueva investigación realizada en Alemania, informa la revista estadounidense Pacific Standard, sugiere que estos temores son justificados: las personas que recuerdan haber tenido un montón de tiempo libre en la infancia disfrutan de altos niveles de éxito social como adultos.

Un equipo de tres psicólogos de la Universidad de Hildesheim, dirigido por Werner Greve, realizó una encuesta a 134 personas. A los participantes se les presentó una lista de siete afirmaciones, y tuvieron que decir el grado en que se ajustaban a sus propias experiencias de la infancia (es decir, de tres a 10 años).

Entre las afirmaciones figuraban estas: "Mirando hacia atrás, probé muchas cosas y experimenté mucho por mí mimo"; "de vez en cuando, me daba una vuelta solo o con amigos para conocer el barrio"; y "mis padres siempre estaban con miedo de que algo pudiera pasarme, así que no me dejaban hacer muchas cosas por mí mismo."

Los voluntarios también expresaron su grado de acuerdo o desacuerdo con 10 afirmaciones diseñadas para medir el "éxito social": "Mis amigos vienen a pedirme consejo"; "mi trabajo es apreciado por los demás"; y "si algo sale mal, tengo amigos a mi lado que me apoyan." Pruebas adicionales midieron su capacidad para ser flexibles ante los reveses de la vida, y su nivel general de autoestima.

Resultados

Los investigadores encontraron una correlación positiva significativa entre haber tenido tiempo suficiente para jugar libremente en la infancia y el éxito social del adulto.

También se halló un vínculo entre el tiempo libre de los niños y una alta autoestima y la flexibilidad para ajustar las metas personales.

Con todo, "no hace falta decir que el juego infantil no es el único ni quizás el más importante predictor del éxito social... la correlación que encontramos en este estudio fue sorprendentemente alta", escriben los investigadores en la revista online Evolutionary Psychology.

El juego libre, argumentan, permite a los niños desarrollar la flexibilidad necesaria para adaptarse a las circunstancias y ambientes cambiantes, una habilidad que es muy útil cuando la vida se vuelve impredecible en la edad adulta.

Así que puede que a los padres les interese que sus hijos tengan el tiempo y la libertad para jugar y explorar a su propio ritmo. Tutelarlos y orientantarlos puede ser estupendo, pero como esta investigación nos recuerda, hay muchos tipos de experiencias de aprendizaje, y algunas de las menos formales pueden valer la pena a largo plazo.

Referencia bibliográfica:

Werner Greve et al.: Does playing pay? The fitness-effect of free play during childhoodEvolutionary Psychology(2014).