16 septiembre 2016

Psiquiatría y Psicoterapia para el TDAH





Aquí os dejamos un artículo breve y muy clarificador sobre el TDAH. Existe demasiada presión para su diagnóstico y "correspondiente" medicación en todos los ámbitos que rodean al niño y/o adolescente (social, educativo, clínico, familiar...). Nos corresponde a los profesionales difundir información fidedigna, de forma que ayude a los padres a tomar decisiones adecuadas para el óptimo desarrollo de sus hijos.


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2016-09-15 documento sobre TDA-H: ¿Una peligrosa hipermedicalización?




TDA-H: ¿Una peligrosa hipermedicalización?

Los clínicos comparten sus preocupaciones por sus pacientes

Desde hace muchos años, el cuerpo médico se pregunta por el trastorno de la atención con o sin hiperactividad (TDA-H) y sus tratamientos. Hoy en día, la creciente prescripción de medicamentos psicótropos, considerada con demasiada frecuencia como única solución, nos interpela sobre la manera como tratamos a los niños.

El TDA-H no es una enfermedad

Hay que recordar en primer lugar que el TDA-H no es una enfermedad sino una denominación que agrupa un conjunto de signos comportamentales: distracción, hiperactividad, impulsividad. Estos signos están presentes en todos los niños, en diferente grado, y no es posible establecer de forma científica los límites entre lo normal y lo patológico.
A diferencia de una enfermedad, este conjunto de dificultades no es el resultado de una causa claramente identificada. Surge de una serie de factores múltiples y variables que se influyen mutuamente, por lo que no existe ningún tratamiento que pueda aplicarse de forma sistemática.
Seguir creyendo en la tesis de una enfermedad neurológica o del neuro-desarrollo causada únicamente por un desarreglo biológico, pone de relieve una visión simplista de la enfermedad mental, claramente superada en la actualidad. En efecto, las neurociencias han demostrado las interacciones entre el desarrollo del cerebro y el entorno.
Rechazar la tesis de la enfermedad no significa en absoluto minimizar la amplitud de los síntomas o de sus repercusiones en el niño y en su entorno. Muy al contrario, se trata, en cada caso, de tratar de comprender sus dificultades a la vista de su trayectoria de vida y no de reducirlo a supuestos disfuncionamientos cerebrales. Se trata de señalar al niño que no sufre ni de una enfermedad “incurable”, ni de un trastorno exterior a él y que, por tanto, tiene la posibilidad de influir en su propia vida y que la situación puede evolucionar.

Personalizar el diagnóstico y la ayuda ofrecidas

Cabe, pues, realizar un diagnóstico pluridisciplinar profundo para cada uno de estos niños. Sin apriorismos ni ideas preconcebidas, dicho diagnóstico tiene que tener en cuenta la singularidad de cada niño, su historia, su entorno familiar, su perfil neuro-cognitivo, escolar, social…
Una vez realizado el diagnóstico, cabe plantearse una serie de soluciones terapéuticas dentro de un abanico de posibilidades: deporte, arte, psicoterapia individual, grupal, familiar, psicomotricidad relacional, grupo de palabra o de psicodrama, apoyo a la parentalidad… Estas intervenciones, que siempre llevan su tiempo y exigen paciencia y mucha perseverancia, permiten verdaderamente cuidar de sus sufrimientos y de los que le rodean. Ofrecen a los niños diferentes maneras de expresar lo que les lleva a agitarse y de comprender mejor sus vivencias.

Medicamentos de riesgo

Cabe prescribir una medicación en aquellos pocos casos en los que el niño está tan invadido por sus síntomas que no hay ninguna medida que consiga aliviarle. Pero incluso en estos casos, la medicación debe de estar acompañada de una intervención global y ser regularmente reevaluada para poder valorar su utilidad a lo largo del tiempo.
Hay que recordar que estos medicamentos psicótropos no son nada anodinos y que no deben ser nunca utilizados en primera instancia. Sin embargo la situación es inquietante ya que estas sustancias son cada vez más frecuentemente prescritas, sin garantías sobre su inocuidad a largo plazo sobre un cerebro infantil en plena construcción y sin pruebas sobre su utilidad en el tiempo. Además, a la luz de los efectos secundarios regularmente constatados, pérdida de sueño, de apetito, retraso en el crecimiento, apatía… el principio de precaución siempre debiera de prevalecer.

Un psico-marketing preocupante

A la vista de estas inquietudes, la prescripción de estos psicótropos debiera de ser algo excepcional. Y sin embargo, todos los pilotos están en rojo: no solo se prescriben cada vez con mayor frecuencia, sino que se están extendiendo a franjas de edad más amplias. ¿Cómo entender esta situación?
A lo largo de sus diferentes ediciones, la muy criticada DSM (manual americano de referencia en psiquiatría) va ampliando los criterios de inclusión. Ello hace que aumente considerablemente el número de niños diagnosticados y, por ende, potencialmente medicados.
La deriva comercial empuja a médicos, enseñantes y padres a ver en la medicación una solución simple, rápida y eficaz. Vista la publicidad elogiosa de los buenos resultados escolares atribuidos a la medicación, la financiación de coloquios y de estudios orientados o pseudocientíficos, las propuestas de expertos-consultantes por otro lado, los apoyos financieros a las asociaciones… llaman mucho la atención.

¿Qué visión de la infancia?

El desarrollo de los niños exige tiempo, espacio y movimientos. Su impulsividad y vivacidad son difícilmente compatibles con las exigencias actuales de resultados, éxito, rapidez…. Los medicamentos ofrecen la ilusión de poder resolver esta difícil ecuación.
Podemos preguntarnos sobre la posibilidad del reembolso de estos medicamentos en perjuicio de otras intervenciones. Pensemos por ejemplo en hacer más accesibles la psicomotricidad y las consultas psicoterapéuticas, en apoyar espacios de acogida para padres y niños, en crear grupos de palabra, en promover mejor el deporte, los movimientos juveniles, la cultura…
Nosotros, en tanto que clínicos en contacto diario con nuestros pacientes, pensamos que hay que atraer la atención de todos antes de llegar a una situación similar a la de Brasil o los Estados Unidos, países en los que el porcentaje de niños medicados alcanza, en determinadas franjas de edad, la alucinante cifra del 20%. Es una locura!